La encuesta se ha llevado a cabo del 11 al 21 de enero de 2018 entre los lectores de Pre-Textos. Hemos recibido 730 preferencias que han sido recogidas tanto a través de la web de la editorial como a través de Twitter, Facebook, Instagram y el correo electrónico. (+ Más informaciones sobre la encuesta)
Como segundo y tercer Mejores Pre-Textos 2017 han escogido:
Nadie a estas alturas de la historia de la literatura española intentaría descubrir quién es Luis Antonio de Villena. Es algo más que obvio que se trata de un clásico vivo.
Villena es un autor prolífico, en activo desde finales de los años setenta, y ha cultivado prácticamente todos los géneros literarios que existen, aunque lo considero, -y no sé si él estaría de acuerdo conmigo-, ante todo poeta…
Es de la condición del literato-showman, del dandy consagrado a quien le precede su estética. Luis Antonio de Villena volvía al «frío» Valladolid, protegida la garganta con dos martas de su madre, mitones rosas en las manos a juego con calcetines cortos del mismo color sobre otros negros de rombos, y sombrero también negro. Cultiva rarezas tras las que se esconde y a veces aflora el niño tímido que fue, para disolver de nuevo la imagen con los brillos de sus anillos…
Cuesta imaginarle jugando con soldados romanos de plástico, deslizándose por los lomos de la sierra de Madrid en esquíes o con su prima en el cine de Tetuán. Pero aunque sus memorias huyan «de lo cotidiano», aunque sean cosecha del «recuerdo selectivo que acaba deteniéndose en perdedores», a pesar de la conciencia temprana por mor del juicio ajeno de ser «un niño raro», Luis Antonio de Villena también participa de algunos de los ritos infantiles y juveniles propios del español de su tiempo, aunque sea literariamente refractario…
Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), escritor, poeta, narrador, novelista y periodista, afronta uno de sus mayores retos literarios en El fin de los palacios de invierno (Pre-textos), primer tomo de sus memorias. El libro abarca desde sus primeros recuerdos hasta 1973 y también recoge historias familiares que le precedieron porque, como decía Proust y remarca Villena, “el tiempo que vivimos no es solo nuestra vida, sino que de algún modo tocamos también (hacia detrás) los años vividos por quienes hemos conocido”…
Luis Antonio de Villena cuenta su vida. Y ordenadamente empieza por la infancia y la juventud, los dos tramos a los que dedica El fin de los palacios de invierno (Pre-Textos), libro en el que narra «cosas que nunca se habían contado», algunas de ellas procedentes de su relación con otras figuras de la cultura española como Vicente Aleixandre…
Como sobre el principio de su vida ya se ha explayado él, se impone averiguar qué queda después, cuando haya completado todos los tomos en los que se piensa diseccionar; si es que, tras una inagotable obra poética, narrativa y de ensayo, más las traducciones, restará dejar que el tintero se seque al sol. «Me quedará suicidarme elegantemente», responde De Villena con sorna…
Advirtió Octavio Paz que la biografía de un poeta son sus poemas. Luego estaba la vida que ese poeta vivía. En ocasiones ocurre de este modo, pero también sucede que algunas existencias hacen de la vida una forma más de ser en la poesía y todo se compensa. Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) está en esa estela…
El fin de los palacios de invierno de Luis Antonio de Villena
COLECCIÓN NARRATIVA CONTEMPORÁNEA
«Cuando uno considera su vida sabe que deja muchas cosas calladas, pese al afán, al deseo de expresarse. No se puede decir todo. No sería recordar… Y sobre todo uno –al menos esto me ha pasado a mí– ve, con extrañeza, las vidas que hemos podido tener, que pudimos tener, y que no hemos tenido todavía y algunas (muchas) ya no las tendremos. Si yo me hubiese ido, como estaba previsto, con veinte años a Taiwán a aprender chino, ¿no hubiese sido muy otra, pero mucho, mi vida? Si por una casualidad, que ahora me parece rara, porque no ocurrió, pero que pudo ser buenamente posible, yo, a mis diecisiete años, me hubiera encontrado con alguien de cuarenta que me hubiera enseñado a vivir y a amar, cosas que aprendí mal, ¿no sería muy otra, nuevamente, mi vida? Y si yo, en lugar de escritor hubiese elegido ser actor o pintor –vocaciones más tímidas, pero que tampocome han faltado y me acosan–, ¿no hubiera sido todo mi vivir enormemente distinto? Ignoro si mejor o peor, pero ¡tan diferente!»